Más allá de medir el resultado académico de los alumnos, quizá sea el momento de analizar también las condiciones ambientales en las que estos estudian. De hecho, son cada vez más las investigaciones que constatan la relación directa que hay entre el confort térmico en los colegios y el rendimiento escolar. Un asunto en el que nos parece interesante profundizar.
¿Qué es el confort térmico en los colegios?
En los últimos años se ha hablado mucho sobre un nuevo modelo de edificación, las llamadas «casas pasivas», que armonizan eficiencia energética con bienestar y confort. Un concepto que se suele relacionar con las viviendas residenciales, pero que es trasladable a todo tipo de edificios.
Especialmente a aquellos en cuyo interior las personas pasamos una parte importante de nuestro tiempo.
Sin duda, un marco en el que colegios y centros educativos deben considerarse objetivos prioritarios. Recordemos que nuestros niños y niñas están en las aulas más horas que en ningún otro lugar, incluidos sus hogares.
Por lo general, se relaciona ese bienestar con la calidad del aire interior en los colegios.
Y de forma intensa en estos meses de pandemia, en los que garantizar una correcta ventilación es un tema recurrente.
Sin embargo, es igual de importante asegurar que esos espacios respondan a unos niveles mínimos de confort hidrotérmico. Esta expresión hace referencia a las condiciones de humedad, temperatura y renovación del aire que tiene que reunir un lugar cerrado para que una persona se sienta cómoda y a gusto, mientras realiza las actividades que son propias de ese espacio.
Confort térmico en los colegios y el éxito escolar
Se podría pensar que este asunto del confort térmico es una cuestión subjetiva, que una persona puede estar a gusto a 25 grados, mientras otra siente un calor agobiante.
Pero la comodidad higrotérmica establece unos requisitos mínimos que se han revelado como imprescindibles para mantener los niveles de atención y concentración necesarios en un aula.
Y este no es un descubrimiento reciente, sino que está íntimamente relacionado con la teoría de la motivación que desarrolló el psicólogo Abraham Maslow en el año 1943.
Para este terapeuta, un individuo no puede dedicarse a actividades más avanzadas si antes no tiene cubiertas sus necesidades fisiológicas esenciales, las cuales abarcan no solo la alimentación, sino también unas condiciones básicas de bienestar y seguridad.
Esta teoría se ha contrastado, por ejemplo, en un estudio reciente llevado a cabo en 153 aulas de colegios del Reino Unido.
Los alumnos se sometieron a dos pruebas numéricas y dos lingüísticas.
En ambas materias, los resultados mejoraron notablemente entre los estudiantes cuando la temperatura de las aulas se redujo de 25 a 20 grados.
A esta investigación hay que añadir los más de trescientos artículos dedicados a estudiar la influencia de la comodidad y calidad del aire en entornos laborales con la productividad.
Evidentemente, si estos condicionantes afectan a los adultos, lo hacen en la misma proporción con los menores.