El término “ozono” es de sobra conocido: todo el mundo está enterado de la importancia de la capa de ozono, y de cómo el agujero que ciertos compuestos (FCF) estaban originando en esta capa de la estratosfera hacía peligrar nuestra salud, ya que la capa de ozono nos protege de las radiaciones ultravioletas perjudiciales del sol.
También el término es conocido y en este caso percibido negativamente- por las alertas que, de verano en verano, saltan en los alrededores de las ciudades cuando aumentan las concentraciones de ozono en la baja troposfera, debido a la contaminación.
Lo que ya es menos sabido respecto al ozono es su gran eficacia como biocida, debida a su poder oxidante, que permite asimismo su uso como desodorante y en la eliminación de todo tipo de contaminación química, tanto en agua como en aire. Esta naturaleza fuertemente oxidante del ozono lo convierte en una herramienta de especial utilidad en la industria agro-alimentaria, ya que a su alta eficacia en la eliminación de microorganismos y compuestos químicos contaminantes, se suma la gran ventaja que supone su nula residualidad: el ozono se descompone rápidamente en O2 y CO2, sin dejar subproductos tóxicos.