A nadie escapa que el aire de las grandes ciudades europeas y del mundo en general está cada vez más contaminado, especialmente por las emisiones de los automóviles. Esta contaminación afecta a las personas que viven o trabajan en el centro de estas urbes de distintos modos. Directamente aumentando el riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares, e indirectamente afectando a la sensibilidad a las alergias por polen y otras materias vegetales, que se está disparando en las últimas décadas.
Se cree que dicho incremento de la sensibilidad alérgica, que es un proceso autoinmune, está muy relacionado con cómo afectan los dióxidos de nitrógeno y las partículas a nuestra flora intestinal, empobreciéndola y, por tanto, haciéndola menos eficaz antes las reacciones de nuestro organismo ante cuerpos extraños como puedan ser las partículas de polen.
En definitiva, la contaminación, que se cuela por los intersticios en nuestros hogares y oficinas, está afectando a nuestra calidad de vida.
Pero si este problema, con reflejo en las medidas tomadas por ayuntamientos como el de Madrid o Barcelona, es pujante en Europa, en algunas ciudades de Asia como Delhi, Bankgok o Pekín es capital, dado que en ellas los niveles de contaminación son insoportables y a ello se suma la elevada humedad ambiental en épocas de monzón. Es por ello que en este continente ha irrumpido con fuerza un nuevo electrodoméstico: el purificador de aire.
Qué es un purificador de aire
En esencia, un purificador de aire tiene los principios físicos de una aspiradora, pues absorbe el aire por un extremo y lo suelta por otro, no sin antes hacerlo pasar por una serie de filtros que retienen las partículas de menor o mayor tamaño, especialmente el polen y partículas de polvo, así como ácaros y esporas. Para ello utiliza principalmente filtros HEPA de celulosa o fibra de vidrio, que son capaces de retener las partículas más pequeñas.
De este modo, el aire que sale del purificador sale libre de polen y partículas, lo que es ideal para alérgicos. De todos modos, en función de la calidad y el precio de purificador tendrá más o menos filtros, pudiendo sumar filtros de carbón activado para retener compuestos orgánicos tóxicos que pueda contener el aire, como ciclos aromáticos derivados del benceno, éter, aldehídos, etc., o bien radiadores ultravioleta que en lugar de retenerlos los oxidan.
También en el precio de estos aparatos incide la potencia que tengan, ya que pueden oscilar entre los 100 vatios, que sería una bombilla potente, hasta los 1.000 vatios, más cercanos al consumo de una bomba de calor. Cuanto más grande sea el volumen de aire a purificar, más potencia necesitaremos. Adicionalmente, pueden contar con un humidificador y un ionizador, ya que al paso por el purificador el aire se reseca y se polariza eléctricamente, lo que es contraproducente.
¿Qué ventajas tienen?
Los purificadores podrían generar la nada desdeñable cifra de negocio de 33.000 millones de dólares entre 2018 y 2023, según estimaciones del sector, principalmente en Asia pero también dando el salto a las casas y oficinas de Europa y América Latina y del Norte. Por lo pronto, numerosos modelos ya están disponibles en tiendas como la de Amazon e incluso supermercados como Lidl ofrecen sus modelos de bajo precio. Por supuesto, Xiaomi cuenta con el suyo.
Entre sus ventajas cuentan con limpiar con eficacia y relativa rapidez el aire de un salón o una habitación, lo que puede venir muy bien a alérgicos, pero también a personas con problemas respiratorios, además de permitir en general una mayor calidad de sueño y eliminar malos olores domésticos y compuestos tóxicos del aire. Algunos incluso simultanean tareas de calentamiento en invierno y de ventilación en verano. En este sentido, el purificador de aire parece un electrodoméstico destinado a quedarse.
Purificadores del aire: limitaciones
No obstante, estos aparatos también cuentan con sus limitaciones. La primera de ellas es que su consumo en estancias de grandes volúmenes de aire puede dispararse, sumándose al consumo global de energía de otros electrodomésticos y generando la lógica preocupación medioambiental. Además está el tema de los filtros, que se deben cambiar casi mensualmente y por lo tanto generan un consumo cautivo, además de crear un residuo ambiental que puede crecer con el tiempo.
Especial preocupación provoca el hecho de que cada vez más modelos incluyan filtros de carbón activado, que capturan los compuestos tóxicos pero no los degradan. El problema es que el carbón activado se satura rápidamente y hay que cambiar el filtro sin posibilidad de reciclar los usados, de modo que se corre el riesgo de llenar los vertederos de compuestos tóxicos.
Además, se desconoce si el tratamiento de los compuestos volátiles orgánicos com rayos ultravioleta los degrada a otros compuestos inocuos o bien los puede convertir en subproductos de mayor peligrosidad. Finalmente, el aire que generan los purificadores presenta los mismos problemas que los de las bombas de calor: reseca mucho las mucosas, lo que puede dificultar la respiración y, paradójicamente, afectar más a las personas alérgicas.