La OMS alerta, al año 3,8 millones de personas mueren prematuramente por enfermedades atribuibles a la contaminación del aire interior causada por el uso de combustibles sólidos ineficientes.
¿Qué debería motivar a una persona, una comunidad de vecinos, o un responsable de un edificio de oficinas, para tomar medidas frente a una mala calidad del aire interior?
Salta a la vista que el objetivo más importante es preservar la salud de las personas.
Actualmente, existe una disparidad de criterios sobre cómo afrontar y asegurar la calidad del aire interior de los espacios cerrados.
Protección, prevención y promoción de la salud
Para conseguir una buena calidad del aire interior hace falta conocer el problema, pero también es importante establecer ese marco legal y normativo para la prevención de problemas futuros.
A nivel europeo encontramos medidas que reflejan la calidad del aire exterior, que son extensibles de alguna forma a los espacios interiores.
Un estudio de la Comisión Europea afirma que evaluar la calidad del aire interior es muy difícil, precisamente por lo que hablábamos arriba, y que es el gran número de contaminantes a los que puede estar sometido un espacio.
Por lo tanto, nos queda acogernos a medidas de protección y prevención, así como de conciencia social para reducir los riesgos para la salud de una mala calidad del aire interior.
El Comité Científico de la Salud y Riesgos Ambientales (SCHER), perteneciente a la Comisión Europea, considera la importancia de mayor investigación y planes de acción frente a los problemas de la calidad del aire:
- Los principios utilizados en la Unión Europea para evaluar el riesgo de químicos deberían ser aplicados a la evaluación de riesgos para la salud de contaminantes en entornos cerrados.
- La información disponible para valorar los riesgos de la mala calidad del aire son limitados, y deberían tenerse en cuenta para investigaciones a nivel europeo.
- El monóxido de carbono, formaldehido, benzeno, los óxidos de nitrógeno, el naftaleno y los compuestos orgánicos volátiles generan particular preocupación por los daños a la salud que pueden provocar. De la misma forma, otros contaminantes ambientales como el humo del tabaco, el radón, el plomo y los plaguicidas organofosforados requieren también especial vigilancia.
- “Hacen falta más datos e investigación, especialmente sobre las partículas y los microbios, los compuestos orgánicos volátiles de los productos de consumo, la humedad en los edificios, los niveles de exposición y los efectos sobre los grupos de población vulnerables”.
- Finalmente, SCHER recomienda un marco común de investigación y un esfuerzo común de recogida y análisis de muestras para generar un acercamiento a la evaluación de estos riesgos para la salud basándose en la evidencia.